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Mostrando las entradas de abril, 2018

El día siguiente a Viernes 13 de 2018

Tomar la punta del cordel, levantar la mano, mirar cómo se formar círculos que se deshacen con el movimiento. Tal vez ella no quiso mirar hacia atrás, quizá se dio cuenta de algo, quiso seguir adelante dejando atrás algo insignificante. Darle la vuelta al índice con el extremo, anudar mientras sacas el dedo, mirar a través del pequeño círculo. Recuerdo que su boca enmudeció, habíamos hablado toda la tarde y parte de la noche, parecía disfrutar de la conversación. Sostener el cordel, pasar el extremo dentro, halar. La película tocó rincones en ambos, el frío y la briza, la soledad…

Así van las cosas hasta ahora

El lugar que habito en el momento en que escribo estas líneas en incierto. Me cuesta reordenar mis ideas, no soporto los argumentos de un viejo del siglo pasado y desperdicio mi tiempo jugando Clash of Clan y Clash Royale de forma alternada. Llevo una semana pensando en por qué he vivido mi vida a merced de lo que el mundo quiera. El “mundo” no es eso que el lector pueda interpretar como la realidad latinoamericana del siglo XXI que tanto prolifera gracias a Internet. El “mundo” al que me refiero consta de un tercer piso caluroso, abierto al polvo, al ruido de vecinos inconscientes del otro y deseosos de festejar cada que el pago se los permita. Vivir con 5 megas de internet compartidas en dos pisos, con un pc de doble núcleo que entre ambos no llegan a los 3 GHz parece algo… básico. El problema es que este mundo también dispone de una carga académica a la que la interrogan la coherencia. ¿Para qué estudiar literatura en un rincón olvidado del planeta en el que todo está caduco? No sé

2/12/2017

Un niño sonriente paseando navajas sobre sus piernas, arrinconado, de espaldas al mundo, sentado sobre la opinión adulta e impuesta. Y la palabra ajena vuelta mierda, sumergida en el río indiferente del pequeño dios; eso era el mundo, ustedes, el otro. Creciendo, sangrando lágrimas de amor, escupiendo el absurdo detalle inhumano, cansado de la existencia impropia. Aprendió a señalar al demonio, a mirarlo con honestidad, a hablarle con dulzura. Un oscuro mundo silencioso carece de sentidos y abre mi puerta, me encuentro. Yo soy el demonio al que debo crucificar, el señor que enmudece ante la insignificancia, el que restringe sus acciones ante el vacío. Yo soy el demonio al que debo crucificar, el que ahora se levanta del trono sin miedo y pasea su reflejo ante ustedes, miserables. Yo soy el demonio al que debo crucificar, la figura hastiada de la frivolidad irrisoria, de la imposición detestable de presencias ridículas.